martes, 27 de agosto de 2019

Un caso clínico relatado: de adioses y violencias.


Ponencia a presentar 27 de septiembre de 2019, a las 13:30 hrs. en el Auditorio 6 Centro México Siglo XXI. Ciudad de México. V Coloquio de Investigación del Instituto de Terapia Familiar Cencalli. Familia y Adulto Mayor.
Previa inscripción. 

Motivo de consulta: el tiempo.

Aquella mañana entró al consultorio una mujer con diadema de estrellas. Después de decirme su nombre, comenzó a llorar. Recordé que alguna vez escuché que parecía que los psicoterapeutas siempre llegábamos tarde a la vida de las personas. Aunque no entendí las causas de su llanto, elegí no preguntar. Secó sus mejillas con un pedazo de papel. No sé por cuánto tiempo me perdí en el reflejo de su mirada. 

Hoy que vuelvo a pensar en ella, imagino que su nombre era Luz ya que había algo que parecía brillar. Intenté comprender qué era lo que le había sucedido. ¿Una ruptura amorosa? ¿La muerte de alguien cercano? ¿Alguna dificultad laboral? ¿El miedo a continuar viviendo? ¿Una noticia terrible? De repente suspiró y decidí interrumpir todas mis dudas para poner atención a lo que sentía en ese momento. 

Antes que alguna de mis suposiciones me sedujera, intenté hacer coincidir su tiempo con el mío, pensando en que tal vez así podría colaborar en la creación de un instante compartido.

Ambas permanecimos en silencio y luego de que nuestras miradas se encontraran de frente, nos sonreímos como si nos reconociéramos. La manecilla del reloj se escuchaba con fuerza y aunque quizá había llegado tarde a su vida, sentí que con haber llegado era suficiente.

Sé que al recordar ese encuentro lo voy transformando, ya que toda revisión del pasado implica ajustes; aunque intente evocar con exactitud lo sucedido, será distinto cada que vuelva a narrarlo. Me gusta mucho una frase de Borges cuando al hablar de la memoria menciona que se trata de un quimérico museo de formas inconstantes, montón de espejos rotosMe acuerdo que luego de escuchar con atención la fuerza de la manecilla del reloj, Luz me dijo que había dejado de creer en la idea que afirmaba que los tiempos mejores estaban por venir. Miré hacia el piso. También yo me había decepcionado de esa frase. ¿Acaso la terapia podría ayudar?   

Abrí mi libreta de notas y escribí su nombre. Volví a mirarla y me dijo que era demasiado tarde. ¿Cómo saber si era tan tarde como parecía? Aunque en ocasiones me he guiado con el reloj para encontrar la respuesta, hoy sigo pensando que sus manecillas son incompetentes para indicar cuál es el tiempo exacto de decir adiós, de asimilar, aceptar, llorar o luchar. No creo que un duelo deba durar diez minutos, un llanto tres horas, una despedida dos días o la psicoterapia una hora. De cualquier modo luego de llorar algo del llanto queda, después de decir adiós algo de los labios del amante anterior aparece en el encuentro con el nuevo amor. A veces todo parece un continuo sin pausas, aunque rebobinemos a menudo para pensar en quienes fuimos ó aunque adelantemos fantasiosamente los días para saber lo que sucederá. Quizá solo se trate de modulaciones del presente, en las que – siguiendo a Braunstein – puede aparecer la esperanza de que es posible que suceda “aquello que tuvo en el pasado ‘la potencia de haber sido’”. 

Luego de escribir el nombre de la consultante, anoté ‘motivo de consulta: el tiempo’.

Borges, J. (1974). Obras completas. Buenos Aires: Emecé.
Braunstein, N. (2012). La memoria, la inventora. México: Siglo XXI.
Publicado en: https://revistasalutare.com/motivo-de-consulta-el-tiempo/

miércoles, 31 de julio de 2019

Carta de presentación

Nota inicial: aunque yo escribí esta carta, son las palabras de siete amigos las que en ella se encuentran, – que como diría Fernando Pessoa – son las que encarnan “…la sustancia de millares de voces, el hambre de decirse de millares de vidas, la paciencia de millones de almas…”

Ciudad de México. Julio, 2019

A quien corresponda: Por medio de la presente nos dirigimos a usted y a sus dudas; a usted y a sus esperanzas. Queremos platicarle que reconocer quiénes somos ha implicado trabajar por aceptarnos en todas las facetas de nuestras vidas, logrando tener mayor libertad y tranquilidad. Hemos conseguido esto solamente por momentos y en contextos específicos, ya que sigue resultando complicado admitirlo con total apertura frente a algunas de nuestras familias, por temor al rechazo o a la incomodidad; platicarlo con nuestros padres ha llegado a ser doloroso, ya que hemos visto que en ocasiones les resulta difícil comprendernos, muchas veces prefiriendo cambiar el tema haciendo como que no pasa nada para así sentirse menos tristes. Comentarlo abiertamente en nuestros trabajos también ha sido un reto, ya que surge el temor a ser señalados; y andar por la calle sin fingir, en ocasiones se siente como una hazaña, por la violencia y las miradas con prejuicios que pueden atentar en contra de nuestra seguridad. 

Aunque no lo parezca, algunos días es difícil admitir quiénes somos (incluso frente a nosotros mismos). En esos espacios íntimos se “cuelan” sentimientos de vergüenza y culpa, productos de una sociedad que cree que es inadecuado o “enfermizo” todo aquel que no pertenezca a la supuesta mayoría. Ojalá aquellos momentos en los que llegan con fuerza esos fantasmas y ansiedades aprendidas socialmente no aparecieran jamás, pero hemos aprendido que también esto es parte del proceso. Pese a que muchas veces usamos la discreción y la cautela, para elegir adecuadamente a las personas con las que nos permitimos mostrar nuestras vulnerabilidades, preferiríamos que no fuese necesaria tal elección, ya que seguimos soñando con una sociedad que no lucha por matar (real o simbólicamente) a quien considera distinto.

Actualmente desempeñamos nuestras profesiones en las salas de concierto, los consultorios de psicoterapia, los laboratorios, las aulas y las empresas y a lo largo de nuestras carreras hemos tenido diversos logros, a menudo usando la discreción en los temas privados para que no exista la posibilidad de ser perjudicados por quienes no toleran a los que salimos del closet.Aunque no lo parezca, para nosotros, vivir desde la disidencia ha sido un posicionamiento político y ético que cuestiona la cultura heteronormativa, al género como una construcción binaria y tiene que ver con insertar o colocar la idea de la diversidad como algo inherente a las personas, pero también la diversidad como un espacio de resistencia que desafía las normas que nos vuelven inflexibles no solamente en términos afectivos o eróticos, sino en términos corporales. 

Hemos luchado por aprender a ver la diferencia con alegría, a evitar culparnos por ser quienes somos, a reconocernos, nombrarnos frente a los que estimamos, a dejar de pensar que debemos corregirnos, a sobrevivir si nos corren del trabajo o de casa. Afirmamos frente a usted que seguimos creyendo que es posible amar construyendo las relaciones que cada quien elige para su vida. Querer sin miedo, vivir con entusiasmo y sin mutismo. Afirmamos frente a usted que seguimos luchando para ser sin simulaciones. 

Atentamente: Iván Salazar, Roberto Santos, Carlos Arellano, Mariana Muñoz, Noé Moreno y otros.
Publicado en: https://revistasalutare.com/carta-de-presentacion/

Los cuerpos sin nombre, son nuestros.

A las lágrimas.
A los puños cerrados.
Al dolor y las esperanzas.

Algunas veces pareciera que el eco de las palabras ausentes de estos hombres, que también son padres, se puede encontrar en el grito sordo de sus familias que los esperan con la sensación de haber perdido hasta el miedo; otras ocasiones, surge puro silencio. No hay respuestas. ¿Cómo serán sus rostros? ¿Fueron desollados? ¿Seguirán vivos? ¿Tendrán hambre? ¿Habrán sido torturados? ¿Sentirán frío? ¿Las suelas de sus botas estarán desgastadas por tanto caminar? ¿Les quitaron la vida?

Lamento abierto que a ratos pareciera drenar en vano.

Se trata de un “duelo eterno; la razón te dice que está muerto pero el corazón te dice que está vivo(1).  El latido del corazón te indica que la vida continúa, pero la herida implantada en el pecho, te señala lo contrario.

Algunos al mirarse al espejo, buscan algún resquicio de sus-nuestros desaparecidos. Fracasan. También las fotografías resultan insuficientes. Las descripciones de las fichas de desaparecidos difundidas, no incluyen algún apartado en el que se pueda decir quiénes son esos hombres. ¿Dónde se escribe lo que un papá aconsejaba para resolver los problemas? ¿En qué sitio se deja el testimonio de lo vivido? ¿Dónde se pueden transcribir sus frases? ¿Cuál documentación recupera la memoria?

-¿Por qué yo no puedo subir?
-Porque estás detenido.
-¿Y de qué se me acusa?
-Tú compones corridos.
-Pero eso no es delito.
-Sí, pero mientras ya te chingaste – responde el militar. (2)

La personificación de la rabia existe. A Rosendo se lo llevaron, jamás regresó.

Hiere reconocer que la brutalidad institucional prolifera, lacera saber que cuando nuestra sociedad tiene miedo, abandona; pero, mientras que “ellos serán juzgados por sus crímenes, nosotros seremos juzgados por nuestro silencio(3).

Es terrible el temor que genera admitir que “este país es una fosa común sobre la cual caminamos los ciudadanos sin seguridad y con la posibilidad de que un día vengan por nosotros y nos maten sin que el gobierno haga absolutamente nada(4), sin embargo, ¿cómo es posible que no se experimente un terror aún más brutal ante el “silencio prolongado con el que se contribuye socialmente a la complicidad, al aislamiento y al olvido?(5) ¿Qué le sucedió a esta nación que concibe a las víctimas como daños colaterales sin nombres ni apellidos, o que se atreve a  responsabilizar criminalizando a aquellos que no gritan solo porque ya no pueden? ¿Qué le ocurrió a este país que prefiere negar con cobardía la existencia de sus heridas de muerte, en lugar de involucrarse en la edificación de una memoria colectiva que desentierre los cuerpos de sus desaparecidos, los devuelva a sus familias y los honre?

No están los cuerpos de sus-nuestros hombres, padres, hermanos e hijos, pero sí la creciente “urgencia de colaborar con las familias que enfrentan con dignidad esos crímenes que nos tocan a todos. Es necesario construir colectivamente un camino por donde los pasos de sus-nuestros desaparecidos retornen”(6), porque como escribe Sara Uribe, es necesario “nombrarlos a todos para decir: este cuerpo podría ser el mío. El cuerpo de uno de los míos. Para no olvidar que todos los cuerpos sin nombre, son nuestros cuerpos perdidos”(7).  

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(1) Ramírez, L. y Matriogiovanni. F. (2014) Documental ni vivos ni muertos. México. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=C4YsPZUj05I
(2) Ramírez, L. y Matriogiovanni. F. (2014) Documental ni vivos ni muertos. México. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=C4YsPZUj05I
(3) Panfleto a propósito de la desaparición de los 43 Normalistas de Ayotzinapa (2014).
(4) Chandelle, A. & Remacle, P. (2017) México: Justicia para las víctimas. (ARTE France) Francia. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=egwLlgzph4M&lc=Ugzv00cu4hIt aNJ2jGN4AaABAg.
(5) Arellano, F. (2019) ¿El silencio o la denuncia? Ponencia presentada en el 2er. Coloquio de la Residencia en Terapia Familiar Sistémica: Intervenciones útiles. Facultad de Estudios Superiores Iztacala, UNAM.
(6) Morales, M. (2017) Función social de la intervención terapéutica con familias que están enfrentando desaparición forzada. Ponencia presentada en el 1er. Coloquio de la Residencia en Terapia Familiar Sistémica: “Terapia para tiempos de crisis social; oportunidades y desafíos”. Facultad de Estudios Superiores Iztacala, UNAM.
(7) Palacios, M. (2017) Violencia y discurso. México: Universidad Nacional Autónoma de México.


Publicado en: https://revistasalutare.com/los-cuerpos-sin-nombre-son-nuestros/

miércoles, 3 de abril de 2019

¿El silencio o la denuncia? Reflexiones en torno al abuso sexual en la familia.

CASO 1. EL SILENCIO DE LARA
Tengo 70 años y sigo sintiéndome culpable porque mi cuerpo respondía cuando el novio de mi madre me tocaba las piernas. Tenía 10 años y no fui capaz de detenerlo cuando me acariciaba. Me  da mucha vergüenza admitirlo porque siento que van a pensar que soy una persona sucia que no debería mencionar nada de esto, pero he pasado 60 años de mi vida triste, enojada, sin entender por qué mi cuerpo se ponía tenso cuando mi padrastro me abrazaba. Sentía que me ahogaba pero también había algo que me gustaba. Era como sentirme querida de verdad pero incomoda. Pensé que algo en mi estaba mal y que debía esforzarme por demostrarle cariño. Nadie me dijo que no debía permitir que pasara. Sospechaba que algo andaba mal pero pensaba que era yo la estaba cometiendo un error al interpretar de forma sucia lo que mi padrastro hacía. Hace poco me enojé tanto conmigo misma porque pensé que mi padrastro inició todo lo malo de mi vida. Por su culpa perdí la confianza en la familia y perdí las ganas de vivir. Qué pena que le haya dado tanto poder a un hombre que me lastimó. ¿Cómo es que él ha llegado a tener tanto poder sobre mí? Me sigo sintiendo sucia. Fui una bruta. ¿Cómo permití que mi padrastro me tocara? No grité más fuerte para que no me tocara. Tenía miedo. ¿Y si mi mamá no me creía? Ruego para que Dios me perdone. Sé que me queda poco tiempo. Estoy enojada por no haberme defendido, no entendía lo que pasaba. Nadie de mi familia sabe. Me voy a llevar este secreto a la tumba. Decidí callarme para no hacerle daño a nadie. Ojalá pudiera reclamarle a mi padrastro para demostrarle que ahora si puedo defenderme pero ya está muerto.

El silencio de Lara la ha llevado al aislamiento. La vergüenza y el temor, se convirtieron en una especie de pacto de silencio con el agresor, lo que lleva a más vulnerabilidad, más predisposición y menos oportunidades de emplear la denuncia sea ante las instancias legales correspondientes o frente a la familia, amigos, entorno inmediato. Me he preguntado varias veces ¿qué vida tendría Lara si no hubiese quedado en silencio? ¿Qué vida tendría Lara si su contexto hubiese sido más favorecedor? Ha sido la consultante de más edad que he conocido. Me sorprende que sigue intentando tener una vida distinta a pesar de los periodos en los que le resulta muy difícil bañarse, caminar, comer, levantarse de la cama…ella dice que es por tanta tristeza. El día que rompió por primera vez el secreto, estábamos en el consultorio y me dijo: “psicóloga: no me quiero matar por culpa de mi padrastro. Quiero vivir aunque a veces piense en la muerte. Quiero tener una buena vida”.


CASO 2. LA DENUNCIA DE ESTELA
Soy Estela. Tengo 29 años. Llevo dos años en terapia. No me gusta hablar de mi tío. Me es muy difícil decir lo que ha pasado. Desde los 7 años comenzó…es el hermano de mi papá. A veces parecía que jugábamos pero pasaban cosas que no entendía. Durante la secundaria él iba por mí al escuela. No había nadie en casa. Mi tío aprovechaba. Él tiene esposa y dos hijos y la familia lo quiere mucho y lo respeta. Hace algunas semanas les dije a mis papás lo que me hace mi tío. Mi mamá enmudeció y sigue molesta conmigo y mi papá me dijo que soy una provocadora y mentirosa. No me cree.  Me tardé en decirles porque no quería destruir a mi familia ni destrozar a mi papá. Pero tuve que decir porque una prima tiene una hija de 5 meses viviendo en la misma casa. No quiero que le pase nada a mi sobrina. Hace una semana mi mamá me dijo que cuando era una niña me llevó a una clínica para hacerme pruebas psicológicas y la psicóloga en ese momento le dijo que había evidencia de abuso sexual. Desde ese momento mi mamá lo sabía y no dijo nada. Me decepciona saber que estoy sola en esto. No me sorprende de mi papá porque es machista, pero de mi mamá no me lo esperaba. Hace como 1 año me violaron en la calle. Parecía que un hombre me iba a asaltar pero me jaló debajo de un puente. Afortunadamente lo agarró una persona que pasaba por ahí. Lo denuncié y aunque el juicio duró bastantes meses, ya está en prisión, pero mi tío sigue en casa y yo sigo muy nerviosa porque no quiero quedarme sola con él. Cada que nos quedamos solos vuelve a pasar. No puedo mudarme porque no tengo dinero suficiente. Quizás piensen que me saboteo pero de verdad no puedo. También tengo muchos problemas de salud. No sé si sea relevante mencionar esto pero no uso crema corporal porque mi tío suele dejar su semen en mi piel. Prefiero vivir con la piel reseca.

La denuncia de Estela fue hacia aquel hombre desconocido que la violó en la calle, pero no hacia su tío quien la ha violado por 22 años. Recordemos que los efectos del abuso sexual suelen ser desgarradores. Cuando existe el uso del cuerpo al antojo del agresor, puede ser trastocada hasta la propia identidad. Confío en que está avanzando aunque en ocasiones siga existiendo el abuso. Decido confiar en Estela. 

CASO 3. LA DENUNCIA DE LUISA
Tengo 40 años y hace 2 años mi esposo tocó a nuestra hija quien tiene 9 años. En cuanto Luisa me dijo, la llevé a denunciar. En la delegación nos hicieron muchas preguntas. Llegó un momento en que ya no quería hablar del tema ni pensar en los detalles pero sabía que tenía que contestar. El coraje me ayudó a soportar la situación. Todo el tiempo supe que tenía que responder con seguridad para que Luisa se sintiera protegida. No le mostré lo mal que me sentía por haber elegido precisamente a ese hombre como su padre. Pienso que estuvo bien la forma en la que lo manejamos cuando recién ocurrió. El problema vino 1 año después. Por eso tuve que ir a terapia. ¿Por qué me sentía cansada de tener que mentir cuando en la familia me preguntaban por el papá de Luisa? Tiene mucho trabajo, está de viaje, fue a visitar a su familiar que vive en el extranjero. Era buena cualquier respuesta. No quería que nadie sospechara. Entonces ¿qué estaba haciendo mal? Cada que lo “cubría”, me sentía peor. Luego entendí que lo que me hacía daño era creer que ante la familia tenía que guardar SILENCIO. Cada que mentía era como si me traicionara. Hasta llegué a sentir que era mi culpa lo que pasó entre Luisa y su papá. No me arrepiento de haber denunciado ya que así quedó claro que ni mi hija ni yo vamos a tolerar el abuso sexual. De lo que si me arrepiento es de haberme tardado tanto (fueron casi dos años) en haber denunciado a mi esposo pero socialmente. No pensaba que decirlo a mi familia servía más que la denuncia ante las autoridades. Si tuviera que aconsejar a alguien que está pasando por algo similar a lo que vivimos en mi familia le diría: no cubras al responsable, dilo sin sentir vergüenza. Cuando lo elegiste como pareja no sabías que haría lo que hizo. De ser así jamás habrías tenido una hija con él. No tendrías porqué vivirlo sola. Elige a las personas que te quieren para que te acompañen en lo que estás viviendo. El silencio duele. Ya de por sí es difícil lidiar con la tristeza, no te quedes con la responsabilidad ajena. 

La denuncia social de Luisa fue una pieza clave para interrumpir de inmediato el abuso. La plática que Luisa tuvo con su mamá a tan solo unas horas después de ocurrido el abuso. Otra pieza clave fue la respuesta de la mamá de Luisa. ¿Cómo es que ella responde con tanta seguridad a la demanda de apoyo que le solicita su hija? Luisa tiene claro que no se tolera ningún tipo de abuso. Quizás sea porque lo aprendió de su abuela, quien fue víctima de abuso sexual y le repitió muchas veces que ella si se salvara. 

Ojala las historias como las de  LARA, ESTELA Y LUISA no fuesen tan comunes. ¿Qué nos está pasando que somos un país con tantas agresiones sexuales? 
Según la Organización para la cooperación y desarrollo económicos, México ocupa el primer lugar a nivel mundial en abuso sexual, violencia física y homicidio de menores de 14 años. Si las instancias correspondientes generaran mayor confianza ¿de cuántas denuncias estaríamos hablando?
Si las familias no “resguardaran” ningún secreto de abuso sexual ¿cuánto aumentarían las cifras? 

Antes creía que las familias debían ser refugios, zonas seguras. No me había dado cuenta que las interacciones al interior de las familias son las mismas que las interacciones al exterior. 

En casos de abuso sexual sugiero comprender las realidades familiares, incluyendo generaciones anteriores; ir en contra de cualquier posibilidad de instalación de alguna dinámica “silenciosa” en la familia como pasa en los casos de abuso sexual; ante la 
Jamás convertirnos en testigos silenciosos. 
Como terapeutas familiares acompañemos sin presionar y sin guardar silencio. 

Regresando a la pregunta inicial ¿el silencio o la denuncia? Aunque el silencio dota de una sensación de seguridad y protección, conlleva una carga si se queda demasiado tiempo y aísla. Aunque la denuncia tanto social como legal implica un riesgo y un desgaste ¿tendrá resultados que nos beneficiarán a mediano o largo plazo? 

¿Vale la pena correr el riesgo?

¿Será que al único que le debemos tener miedo es al silencio prolongado que genera complicidad, confusión, aislamiento y olvido? 


Ponencia presentada en el 2° Coloquio de la Residencia en Terapia Familiar. Intervenciones Útiles. 1 de abril de 2019. Aula Magna. FES Iztacala. UNAM. 


martes, 26 de marzo de 2019

Fragmentos de un diario

2011, octubre: vulnerable. Así es como me siento. Los cigarros se consumen. El frío permanece. ¿Por qué duele tanto un diagnóstico ajeno? ¿Será porque me recuerda mi propia muerte?  ¿Porque me obliga a aceptar que también esta relación tiene fecha de caducidad? Llevo varios días llorando por culpa de esta tristeza árida.
2011, diciembre: estoy arrepentida, ¡muy arrepentida! Compré dos libros de Elizabeth Kübler Ross y me niego a leerlos. Lo intenté pero no pude. En el primer intento leí los índices y de inmediato pensé que era terrible encontrar frases que cualquier persona podría escribir luego de asistir a alguna reunión grupal de optimistas. Mi necedad me llevó al segundo intento: me obligué a leer el primer capítulo pero comencé a saltarme todas las palabras que dolían, así que no entendí nada. No volveré a abrir esos libros, me niego a aceptar la muerte como algo inevitable; no me interesa prepararme.
2012, enero: no quiero ver a nadie, solamente soñar. Llega una sensación de ser ajena a mi cuerpo. Me miro desde fuera, sentada en un sillón con una profunda tristeza en el rostro y dos gatos durmiendo sobre las piernas. Deseo morirme en su lugar, así que dedico mi tiempo a fumar y dormir.
2012, marzo: no puedo caerme. Ahora que lo veo sufrir, decido acompañarlo con alegría, aunque no sepa cómo aguantarme las ganas de llorar. Me siento ridícula: el cáncer no es mío. Detesto la sensación de fragilidad que me acompaña al pasear a mis perros en el parque.
2012, julio: soñé que nadaba en el mar. Mi sobrina y yo jugábamos a atrapar una pelota de colores. A veces la dejaba ganar porque verla agitando sus manos al celebrar el triunfo, me daba felicidad. Desperté sonriendo. Aún podía escuchar las carcajadas de Cori.
2012, diciembre: me dijo “te voy a extrañar cuando me muera”. Tuve que correr al baño porque no podía parar de llorar. Necesito que todo esto acabe. Estoy asustada. No quiero que duela.
2013, marzo: hay días como hoy en los que me siento con ganas de golpear las paredes, perderme en reclamos a la vida por ser tan injusta. Ojalá las cosas fueran distintas. La agonía apenas comienza y ya olvidé cómo se siente estar bien. Ojalá no estuviera enfermo.
2013, abril: a punto del colapso. Platico con el peñasco que amenaza con aventarme al vacío. Los pies me duelen, las encías, la lengua, el oído, la boca, la garganta. Ya no quiero cuidar a nadie, necesito descansar. Me declaro incompetente. Frustrada porque ni la morfina quita el dolor. La casa huele a tristeza. Comenzaron las pesadillas.
2013, mayo: no estés triste, me dijo mi amigo Mario. Entonces ¿cómo tendría que estar? ¿Tengo que estar feliz por la crueldad de la vida? Varias personas me dicen: relájate para que quites la tensión de tu cuerpo, ve a psicoterapia para que estés mejor. No han entendido que la vida también implica dolor. Hay cosas que no puedo quitar. ¿Acaso alguien ha vivido el proceso de la enfermedad ajena sin desesperación?, ¿Alguno que lograra separar la angustia propia de la del ser amado?, ¿que no interrumpiera su sueño por culpa de la tensión del cuello y el nudo en la garganta?, ¿que no tuviera ganas de romperse el puño contra la pared, ni de salir corriendo? ¡Carajo! ¿A quién maldigo? ¿A quién tengo que reclamarle para sacar tanta rabia?
2013, septiembre: la vida se llena de muerte. Intento aceptar el proceso por el que está pasando, pero algo en mi lo niega. Me opongo a aceptar que tendré que decir adiós. Me sorprende ver a la gente jugando futbol los domingos y sonriendo al ir al mercado. ¿Acaso nadie les ha explicado que se van a morir?
2014, febrero: los gatos juegan en el jardín. Me quedo mirándolos con entusiasmo. Qué suerte que ellos no se han enterado que la vida terminará. No pierden el tiempo quejándose de lo inevitable.
2014, septiembre: tengo ganas de aventarme por la ventana. 9:20 a.m. Intento que tanta tristeza no se convierta en mí. Lloramos juntos, pedimos perdón, comenzamos a decir adiós. Me dijo: quiero morir. Sonreí. También quiero que deje de sufrir.
2014, octubre: ¿por qué no se mueren los que no aportan nada a la vida? Tal parece que ni la muerte los quiere. Desperté a las 6:30 a.m. con dolor de oído ¿dormí en una mala posición? 10:40 a.m.: me duele la cabeza, me incomoda el rayo del sol.
2014, noviembre: está preocupado por la manera en la que estoy viviendo el proceso. Sigue estable pero muy cansado. Me dijo que siente culpa por reconocer su tristeza en mí. Durante la comida noté una herida al interior de mi boca. ¿Y si es cáncer de boca? Mi odontóloga me dijo que debo estar tranquila. No encontró nada raro.
2014, diciembre: salí a caminar con mi amiga Ana. La abracé por su ingreso a la Maestría. ¡No hay quinto malo! Por fin lo logró. Bebimos malteadas, corrimos para alcanzar el último metrobús.
2015, enero: los dolores son más intensos. ¿Cuál será el grado de estremecimiento de un cuerpo al estrellarse contra un muro de concreto a 120 km por hora? Estoy enojada porque no se muere pronto. Él esta angustiado porque no acepta que su cuerpo ya no responde como antes. Ir al baño sin tropiezos es una hazaña.
2015, febrero: Nunca te podré pagar todo. Empeora, no puede moverse sin ayuda, se queja por los dolores. Prefiero su muerte al sufrimiento. Lo quiero sin tumor, ni piernas cansadas.
2015, febrero: velorio: silencio y licor. Enojada porque no nos acompañó a su funeral.
2015, marzo: ¿qué sigue? “A veces la parte más difícil no es olvidar, sino aprender a empezar de nuevo” Nicole Sobon me acompaña.
2016, diciembre: decido vivir aunque no sepa cómo. No me voy con él. Mejor lo invito a seguir viviendo, aunque no vuelva.
2019, marzo: de vez en cuando hurgo en la cicatriz. Elijo la vida aunque a veces me sienta culpable por seguir aquí. Trato de no preocuparme por la muerte, ocupándome de vivir aún desde los momentos de desesperación. No pude salvarlo, pero como escribe Roberto Juarroz: “pensar en un hombre se parece a salvarlo” Se parece. Con eso es suficiente.

Publicado en: 
https://revistasalutare.com/por-que-duele-tanto-un-diagnostico-medico-ajeno-fragmentos-de-un-diario/

viernes, 1 de marzo de 2019

Instructivo para hacer nacer un amor.

A continuación, encontrará el instructivo para hacer nacer un amor. Léalo con cuidado. Si tiene dudas, reflexione para hallar sus propias respuestas.

Aunque en este instructivo encontrará sugerencias enfocadas al amor en pareja, recuerde que amar no es exclusivo del sentimiento que se comparte entre cónyuges. No sufra si luego de seguir las indicaciones de este instructivo no logra tener un amor. Piense en las ventajas de la soltería.

Instructivo para hacer nacer un amor:

  1. Darle respiración boca a boca: tocando unos labios que responden abriendo suspiros y cerrando los ojos.
  2. Bajarle la fiebre nocturna con caricias: usando comprensas frías en caso de febrícula.
  3. Servirle cada mañana té de querer: agregando azúcar según sea el gusto.
  4. Prohibirle beber licor de angustia: evitando vivir con preocupaciones innecesarias.
  5. Desparasitarle el miedo cada año: haciendo revisiones concienzudas de los acuerdos previos y las aclaraciones pendientes.
  6. Hidratarle la inocencia con fe: confiando a pesar del riesgo de ser traicionados.
  7. Estimularle las ganas en la entrepierna: compartiendo el cuerpo, que a su vez se vuelve alma.
  8. Destruir cualquier indicio de aprehensión: creando espacios de libertad para seguir creciendo.
  9. Recomendarle muertes chiquitas en domingo: aprovechando que no se trabaja en la empresa ni en la escuela.

Nota adicional: no olvidar el botón de pánico, antídoto abortivo ante amores no deseados. Usarse solo en caso de negativas pasionales, crueldades deliberadas y ausencias prolongadas.
Publicado en: 
https://revistasalutare.com/instrucciones-para-hacer-nacer-un-amor/ 

Manual Ninja de Autodefensa Personal (fragmento) Imperdible Editorial. 2020. Cheve

El fragmento que les comparto, me retumbó. Lo encontré en el Manual Ninja de Autodefensa Emocional de Cheve, un proyecto que conocí gracias ...