jueves, 23 de agosto de 2018

Reflexiones en torno al incesto, retomando la experiencia clínica derivada de trabajos con familias

Pensaba en dos formas de iniciar esta ponencia.

La primera implicaba hablar de lo complicado que resulta apoyar las afirmaciones que pregonan que es la familia en la que se encuentran los vínculos más amorosos y seguros, cuando es precisamente en ella en la que solemos hallar situaciones más cercanas a las violencias que a tales amores.

La segunda, radicaba en declarar desde la mayor transparencia posible lo que pienso del incesto y de aquellas experiencias clínicas que he vivido al estar en contacto con aquellos que buscan escapar de las violencias, intentando perdonar para olvidar, o bien, planeando venganzas equiparables al daño cometido.  He de decir que ambas formas suelen ser ineficaces.


Elijo la segunda forma e inicio así.

No soy nadie para decir que una mujer no deba enamorarse de su primo o que un hombre tenga prohibido planear compartir la vida con su hermana.

Me declaro incapaz de colaborar con tales discursos que excluyen y condenan, olvidando toda singularidad de la experiencia y dictaminando qué es lo correcto tanto en lo público como en la intimidad que carga con la ilusión de privacidad. En cambio, me interesan aquellos sitios en los que ocurren situaciones que escapan a los márgenes. 


Foucault diría: “no vivimos en un espacio neutro y blanco. No vivimos, no morimos, no amamos dentro del rectángulo de una hoja de papel. Vivimos, morimos y amamos en un espacio cuadriculado, recortado, abigarrado, con zonas claras y zonas sombrías, con diferencias de nivel, con peldaños, huecos, relieves y regiones duras y otras desmenuzables, penetrables, porosas”.

Aunque el título de mi ponencia podría sugerir que el incesto es un fenómeno sin matices, aquí me centraré en aquellas situaciones que mantienen un fuerte vínculo con las violencias.



I

En una ocasión conocí a una mujer de 40 años a la que en mis recuerdos he decidido llamarle Fernanda, aprovechando la oportunidad que no muchos tenemos de rebautizar a las personas que alguna vez conocimos en la práctica clínica, como mecanismo eficaz que busca respetar la confidencialidad.

Fernanda llegó al consultorio queriendo dejar atrás el abuso sexual que vivió durante 2 años, tiempo en que su padre fue poco a poco invadiendo sus espacios individuales, abriendo la puerta de la recámara a escondidas, besando su mejilla de formas “extrañas”, tocando sus piernas, entrando a su cama tapándole la boca para que no gritara, diciéndole que la amaba pero que nadie podría saberlo.

Fernanda decidió llegar al consultorio para abandonar la sensación de estar desahuciada, y desanudar la confusión que nacía entre la idea de ser autosuficiente y necesitar apoyo.

De a poco Fernanda aprendió a mirar el recuerdo, sin tanto miedo. Quien había sido, como ella decía: “el fantasma más gigante", terminó siendo un recuerdo que no dolía tanto. 

Un día nos despedimos sabiendo que continuar con la vida, más allá de tales secuelas era posible. Fernanda cerró su proceso terapéutico con el anhelo de tener una pareja, viajar y seguir soñando.



II

Poco tiempo después conocí a Mara de 25 años, a quien le dolía más el proceso de seducción y tocamientos de su hermano, quien la obligó a tener relaciones sexuales. En aquel entonces, ella tenía 12 años y su hermano 25.
Llegada la octava sesión, invitamos a su abuela para abrir el tema.
Aquella abuela lloró al admitir que sentía mucha culpa por lo ocurrido.
Buscábamos dar un paso más para resolver el pasado, que contrario a lo que podríamos pensar, también puede modificarse.
El odio que Mara había sentido hacia su abuela, se resolvió luego de varios encuentros.
Mara y su abuela se dieron cuenta que compartían las secuelas del abuso.
La búsqueda psicoterapéutica, implicó que Mara dejara de ejercer violencia sobre sí misma y de permitirse amar de nuevo. Vi como las secuelas se desvanecieron.
Hoy que les hablo de Mara y Fernanda, siento como si volviera a ocurrir aquella sensación de querer borrar el pasado. De anhelar que tales violencias no sucedieran. Algo resonaba de Mara y Fernanda en mi propia vida.

I y II
Algunas cifras nos indican que el incesto ocurre en una edad promedio de  11 años, ocurriendo el primer contacto entre los 6 y los 9 años y el último entre los 14 y los 16.
Las víctimas suelen no hablar abiertamente del incesto ya que experimentan vergüenza y culpa que las lleva al aislamiento. Los agresores suelen no ser sensibles por el daño causado y reaccionan minimizando su responsabilidad. Los testigos, suelen experimentar negación, culpa y deseos de venganza o de protección.
Al hablar de incesto, aparece una marca que suele silenciarse, se trate de testigos o protagonistas.
La respuesta social, a menudo invita a las víctimas a encontrar resignación,  experimentar indefensión y asumir la responsabilidad completa por no impedir de modo efectivo el incesto, “si no quería porqué se dejó”.
Esa misma respuesta social es la que desahucia a que los que ejercen violencia. Escuchamos que “sólo un animal se atrevería a violar a su hija”.
¿Qué ocurre con las madres? Se les juzga como responsables por no impedir el incesto: “¿dónde estaba esa mamá? Seguramente no quiere a su hija lo suficiente como para permitir tales atrocidades”.
Distanciándonos de las respuestas sociales, debemos reconocer que tanto los protagonistas como los testigos, tenemos distintos niveles de responsabilidad. Los emisores de violencia serán responsables por ejercerla, las víctimas por el cuidado de sí mismas y los testigos por las redes de protección.
Al abordar el incesto se sugiere reconocer las complejidades éticas, socioculturales, psicológicas, biológicas y legales. Debemos pensar a los protagonistas y testigos desde sus contextos, temporalidades y hegemonías.
En algunos casos trabajaremos en la búsqueda por “reparar el daño”,  en otros en los intentos por generar vidas distintas, abandonando las ideas anteriores que promovían relaciones desde las violencias.

CIERRE 
Ahora bien, podríamos intentar preguntarnos ¿cómo impedir que aparezcan las secuelas por lo vivido? Y de inmediato corregir tal pregunta, diciendo: ¿cómo impedir que las secuelas por lo vivido determinen el futuro?
En este ejercicio que pretende formular cuestionamientos que serán respondidos desde nuevas interrogantes, que en su momento los protagonistas reflexionarán, podemos continuar preguntándonos: ¿cómo afrontar la concepción estereotipada del género  que sigue considerando a lo femenino-indefenso y a lo masculino-dominante? ¿Será posible traicionar las ideas que promueven la seducción delos cuerpos que por ser familiares podrían considerarse propios? ¿Cuáles serán los caminos terapéuticos que nos lleven a trascender la “marca” que deja el incesto? ¿Qué implicará reconocer que en las familias no ocurre algo distinto a lo que sucede en la vida social?   
Esta es una invitación a continuar haciendo preguntas y buscar respuestas en cada encuentro psicoterapéutico.  Es una invitación a hacer de la psicoterapia un sitio que nos lleve a mirar desde esos otros ojos, en los que nos reflejaremos desde las dudas, los miedos y las intenciones por crear condiciones para que la violencia no prospere ni se arraigue. 

Antes de cerrar con mi participación, quisiera mencionar algunos aspectos prácticos en el abordaje del incesto: 


  • Se sugiere mantener una absoluta credibilidad hacia el relato de las víctimas. 
  • Reconocer que los agresores tienen responsabilidades que no siempre visualizan. 
  • No indagar en el evento, en cambio centrarnos en los efectos que éste ha propiciado. 
  • Se sugiere aprender a lidiar con casos clínicos en los que el sufrimiento pierde las palabras precisas para describirlo.
  • Conocer los límites de la labor psicoterapéutica.
  • Reconocer que el abuso sexual es un delito.
  • Ser testigos incondicionales pero no indulgentes.
  • Ser nutrientes pero no sobreprotectores.
  • Ser directivos pero sin coerción.



Me resta decirles que continuemos trabajando, mirando…aunque nos de miedo o coraje, continuemos mirando…aquellos protagonistas no son dan distintos a nosotros.




Ponencia presentada en el 1er. Coloquio de la Residencia en Terapia Familiar Sistémica: "Terapia para tiempos de crisis social; oportunidades y desafíos", en la Facultad de Estudios Superiores Iztacala, UNAM, México el 3 de octubre de 2017.




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